Qué Leo Forestal: Una librería entre revuelta social y pandemia

Dueños de la librería Qué Leo Forestal afuera del local. Fotografía de Diego Valdés, autor de la publicación.

Qué Leo Forestal: Una librería entre revuelta social y pandemia

La librería, ubicada a metros de Plaza Dignidad, le hace frente al destino, saliendo adelante después de haber vivido una revuelta social y una pandemia.

Por: Diego Valdés

Eran aproximadamente 40 personas las que estaban presentes en la charla sobre el libro “Voyager”, de la escritora nacional Nona Fernández. Esto es reflejo de las actividades que semana a semana se realizaban en la librería. En aquel momento se encontraba el guionista chileno Carlos Reyes moderando la entrevista con la autora. Era un miércoles de noviembre del 2019, a las 14:00 horas, en plena revuelta social.

Casi todos los días desde el inicio de la crisis social en Chile, decenas de personas se reunían en los alrededores de aquel entonces Plaza Italia (hoy Plaza Dignidad) para protestar. Los gritos, los sonidos de las piedras contra los postes y el enfrentamiento entre manifestantes y carabineros eran pan de cada jornada, muchos de los cuales se concentraban en el Parque Forestal, sector Barrio Lastarria, en la misma localidad a la que han acudido candidatos presidenciales para sacar provecho político.

Las esquirlas de la represión muchas veces iban más allá de la plaza que en ese tiempo estaba custodiada por la estatua del general Manuel Baquedano en el kilómetro cero de las manifestaciones. Las consecuencias de la represión llegaban al Parque Bustamante, Bellavista, Parque Forestal y algunos barrios cercanos a Plaza Dignidad.

Ese día, todas las personas que se encontraban en la librería tuvieron que entrar. Los dueños cerraron la cortina, convirtiéndose así en una especie de búnker, mientras las nubes tóxicas de lacrimógenas pasaban por fuera del local. Esta es una de las tantas anécdotas que recuerda Lorena Palavecino (45), periodista, quien era una de las asistentes aquel día de la presentación del libro “Voyager”.

Los organizadores de esa charla son Mario Cerda (54) y Mandina Carrasco (54). Ellos viven en la población La Victoria, comuna de Pedro Aguirre Cerda, y desde hace siete años forman la sociedad “Qué Leo Forestal”, dando lugar a la librería homónima ubicada en Merced 76, frente al Parque Forestal, a un par de cuadras de Plaza Dignidad.

Mario estudió electricidad en un liceo industrial, pero en el año 1995 al trabajar vendiendo enciclopedias puerta a puerta se dio cuenta de que la lectura era lo suyo. De hecho, era el único de su familia que leía. “Para salirme del mundo real, de mi pobreza en la infancia y de la falta de oportunidades que visualicé tempranamente, prefería leer”.

Antes de formar la sociedad, Mario trabajaba en la Qué Leo Pedro de Valdivia y Mandina en una ferretería, en la que fue dirigenta sindical. Ella luego estudió administración y poco a poco se fue acoplando al trabajo de su pareja. “Yo no lo veía a él trabajando en algo que no fuera su rubro”. Por esta razón optaron por dar el paso a construir algo propio relacionado con el trabajo de Mario, pues él llevaba 20 años como librero

8:30 horas. Preparan los pedidos que recibieron desde el sitio web para ir a dejarlos al correo o entregarlos personalmente a los lectores, según lugar acordado con antelación. Luego de eso se dirigen a la librería en el auto que los ha salvado de apuros en los tiempos de revuelta social. Se estacionan… y antes de entrar al local se fuman un cigarrillo. Una vez dentro, hacen el aseo y quedan listos para recibir a las y los lectores.

Últimamente no ha sido fácil el trabajo en la Qué Leo Forestal. Desde el inicio del estallido social se les ha complicado su labor. Tal como la anécdota que recuerda Lorena Palavecino, Mario y Mandina tuvieron que cerrar sin previo aviso y arrancar muchas veces. Antes de llegar al local ellos se dedicaban a revisar las noticias, hablar con vecinos para saber cómo había estado la noche anterior y/o verificar que no hubiese programado alguna manifestación durante el día, pues no les convenía ir solo por un par de horas.

Sin embargo, a pesar del miedo, ellos casi nunca dejaron de ir al local. Mandina cuenta que se sentían más seguros estando en el lugar. “Preferíamos estar en el local con el corazón en la mano que quedarnos en casa. En el caso de que ocurriera algo en la librería por lo menos teníamos la oportunidad de poder razonar con las personas que quisieran entrar a saquear”.

A pesar de haber vivido un intento de saqueo, la que fue detenida por los mismos manifestantes que se encontraban en el lugar, lo que ellos experimentaron en aquel tiempo de revuelta fue la solidaridad. “Vimos muchas situaciones en la que la gente se sintió completamente desnuda”. La librería en aquel entonces servía como un faro entre la niebla de la represión.

Manifestantes corren del gas tóxico que se expande cada vez más por los alrededores del Parque Forestal. Personas ahogadas por las lacrimógenas son cobijadas por Mario y Mandina dentro del local. “Teníamos siempre agüita con bicarbonato, vinagre y limones para hacer frente a la represión. Vimos morir a una institución frente a nosotros ”. De un momento a otro la librería del barrio se convirtió en un lugar de acompañamiento para las y los asistentes a las protestas que pasaban por el lugar.

Hugo Riquelme (36), escritor, cada vez que tiene tiempo libre va a la Qué Leo Forestal a hablar con Mario y Mandina. Desde su casa demora 5 minutos para llegar a destino. Él destaca la solidaridad que ve en ambos. “Son dos personas súper humanas, que están súper conectadas con la sensibilidad social y que, además, son súper generosas. Por lo tanto, es difícil no encariñarse con ellos”.

Para Mario y Mandina ser libreros es un oficio que llena mucho, especialmente al tener la oportunidad de conocer diferentes personas, con quienes muchas veces han construido un lazo de amistad. Esta conexión con ellas es lo que los ha llevado a transformar su lugar de trabajo en un centro cultural.

“Espacio Forestal” es el nombre que adoptó la librería en aquellas ocasiones cuando recibía gente por las diferentes actividades que se realizaban en el lugar: Presentaciones de libros, charlas, un sitio web homónimo y redes sociales, eran parte de las acciones que Mario y Mandina ofrecían para que sus usuarias y usuarios se reunieran en torno a la literatura.

A pesar de las dificultades que acarreaba la revuelta social en el kilómetro cero de las protestas, día a día Mario y Mandina se las ingeniaban para hacer frente a esos obstáculos con acciones concretas: Adelantar la hora de las charlas fue una de ellas. Cerrar temprano otra… A pesar de haber encontrado una fórmula para seguir sobreviviendo a los enfrentamientos que se realizaban fuera de la Qué Leo Forestal, llegaría algo que los enfrentaría cara a cara con la quiebra de su proyecto.

Fotografía de Mario y Mandina, dueños de la librería Qué Leo Forestal, dentro del local. Foto tomada por Diego Valdés, autor de la publicación.
Mario y Mandina, dueños de la librería Qué Leo Forestal.

Pandemia: un duro golpe

Durante abril y mayo del 2020 la librería permaneció cerrada. Había que hacer cuarentena. Este fue un duro golpe para ellos, como para muchos chilenos y chilenas. Mandina dice que la revuelta social hizo que disminuyeran sus ventas, pero la pandemia casi los mata. “No es lo mismo abrir 5 horas diarias de lunes a sábado a no abrir y depender de un sitio web que afortunadamente lo teníamos de antes”.

Carmen Valdebenito (48), traductora de profesión y booktuber, es clienta y amiga de Mario y Mandina desde hace cuatro años aproximadamente. Ella es testigo tanto de los inicios de las charlas en el Espacio Forestal como de la implementación del sitio web de la librería. “Transformaron el sótano en un espacio de encuentro, de presentaciones de libros. Su idea no solo era vender libros, sino que hablar de ellos”.

Así como Valdebenito fue testigo de los inicios de los proyectos ideados por sus dueños, también vio cómo por culpa de la pandemia estos fueron desapareciendo. “Antes de empezar la pandemia ellos tenían la idea de iniciar con un podcast. Ellos siempre han visto ese lugar como un centro cultural. Querían integrar hasta talleres de cine, pero por la pandemia eso no ha llegado a puerto”.

La frase “mejor tener amigos que plata” nos habla de que la amistad es algo que no tiene valor, que es intangible e inmaterial. Sin embargo, Mario y Mandina le podrían dar también otro significado. “El afecto de nuestros amigos también se demostró durante la pandemia. La librería está en pie gracias a ese cariño que la gente nos tomó durante estos 7 años y eso es muy valorado, algo que cualquier librería envidiaría”.

Mario y Mandina han aprendido de esta crisis. Nadie sabe si volveremos a encerrarnos de nuevo. Por este motivo, actualmente promocionan mucho más su sitio web y mantienen más activas sus redes sociales. “¿Qué aprender de todo esto? Que uno tiene que ser más solidario, porque uno no sabe si se va a morir al otro día, no hay que estar solo”.

Mientras poco a poco las ferias de libros vuelven a escena, solo queda apoyar a las diferentes librerías de barrio para dinamizar una de las áreas de la cultura más afectadas por la pandemia.

8:30 horas. Preparan los pedidos que recibieron desde el sitio web para ir a dejarlos al correo o entregarlos personalmente a los lectores, según lugar acordado con antelación. Actualmente la librería está abierta de lunes a sábado para recibir a las y los lectores, siguiendo los protocolos que la autoridad sanitaria ha establecido. Antes de entrar a la librería se fuman un cigarrillo. Una vez dentro, hacen el aseo y quedan listos para recibir a sus clientes. Como dicen ellos: “Ven al Forestal, hay un libro para ti”.