La guerra tiene dos vidas: de hombre y de mujer

Tiradoras de la Segunda Guerra Mundial, autor desconocido

La guerra tiene dos vidas: de hombre y de mujer

Por Javiera Gacitúa Ortega

El libro “La guerra no tiene rostro de mujer” de Svetlana Alexiévich narra de manera cruda cómo vivieron la Segunda Guerra Mundial las mujeres, esto gracias a los encuentros de la autora con las diferentes involucradas en trincheras, enfermerías y tiradoras.

También incluye partes que fueron censuradas por el régimen soviético en su primera versión (1985), porque atentaba contra la verdad oficial, problemática que la misma Alexiévich menciona al escribir que “la historia de la guerra ha sido reemplazada por la Historia de la Victoria”, en la cual la mujer era simplemente recordada como una heroína que cumplía con su rol más tradicional: ama de casa, mamá, hermana, hija. Es por esto, que se puede llegar fácilmente a la conclusión de que la guerra tiene dos vidas, una a través de la mirada femenina y otra a través del punto de vista masculino.

Svetlana Alexiévich, escritora y periodista ucraniana, ganó el Premio Nobel de Literatura el año 2015, debido a sus “escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo”.

Svetlana es capaz de mezclar sus propias vivencias durante los viajes en tren para reunirse con quienes la llamaban para contar su historia, así como es muy capaz de transmitir la paz antes de la tormenta que se desarrolla en el momento en que las mujeres comienzan a recordar lo que ocurría durante la guerra, lo que tuvieron que hacer, lo jóvenes que eran y lo mucho que les afectó.

También se caracteriza de manera clara el compromiso que ellas tenían con su patria, el querer salvarlas, usualmente cuestionándose “”¿si yo no lo hago, quién lo hará?”. Era mi deber”.

Portada libro "La guerra no tiene rostro de mujer" de Svetlana Alexiévich.

En cada uno de los diecisiete capítulos, la autora entrega una introducción, ya sea un viaje o un recordatorio de su propia vida antes de comenzar a escribir y el cambio que ocurrió luego de comenzar las entrevistas, pero eso es todo, sus intervenciones son más bien pocas, ya que quienes poseen la voz son las mujeres testigos y partícipes de la guerra.

Su trabajo como autora y también de periodista se identifica por ser meticuloso, ordenado, a consciencia, logrando crear un montaje narrativo potente, crudo, pero tan necesario para recordar lo que muchas personas vivieron durante duros momentos de la historia.

Dentro de los grandes aportes que el libro presenta a la sociedad actual y la de la época, se hace la diferencia clara de lo que es una guerra vivida por mujeres en un contexto que, popularmente, es conocido por ser exclusivamente masculino. Por lo que se confirma que la guerra definitivamente se experimenta desde dos puntos de vista muy diferentes.

La guerra para la mujer

Las historias de cada mujer involucrada en la guerra y que estuvo dispuesta a hablar con la escritora, permite ver la guerra de una manera muy distinta, y no en cuanto a cifras de soldados por cada lado, o de territorios ganados por cada parte, sino que retrata perfectamente cómo en momentos de crisis, tanto de países y una colectividad, como de manera individual, se pierde mucho de lo que caracteriza a una persona e incluso a una nación.

Un claro ejemplo de esto, es cómo el estado de mental se daña de manera permanente, dejando a muchas de estas mujeres con secuelas por años, en el libro se puede ver detallado por el testimonio de Lola Ajmétova, quien fue soldado y tiradora durante la guerra, al decir que al acabarse el conflicto bélico “regresé a casa, a la ciudad de Tula. Por las noches gritaba. Mi madre y mi hermana pasaban las noches a mi lado… Me despertaba gritando…”.

La disociación que toma el control cuando el cuerpo está en momentos de supervivencia queda registrado a través de muchos testimonios en los cuales las chicas deben disparar a sus enemigos, que en verdad son enemigos de la unión soviética, y que al tomar las armas, su mente simplemente queda en blanco, pero al notar que el cuerpo de enfrente cae terminan paralizadas en pleno fuego abierto, sin poder notar que su vida se encuentra también en peligro, e incluso hay casos en los cuales al salir la bala del fusil, lágrimas comienzan a caer por sus rostros sin capacidad de detenerlas.

Algunos testimonios mencionan el hecho de tener que utilizar calzado de hombres y su ropa interior también, la guerra no estaba hecha, en ninguna de sus aristas, para las mujeres.

Recuerdos de satén

Cuando recordaban durante las entrevistas la primera vez que les entregaron ropa interior femenina, muchas comentaban lo felices y asombradas que estaban en ese momento, esto ya que “los calzones masculinos entonces eran largos. Anchos. De satén” y no era a lo que acostumbraban cuando nada de esto había comenzado.

Se entiende, de manera indirecta, que la imagen propia estaba destrozada, que solamente se veían como soldados, llenas de barro, de sangre, corriendo de un lado a otro, sin necesidad de reparar en cómo lucía la ropa ancha del uniforme en sus cuerpos o cómo lucían con unos zapatos tres tallas más grandes a la correspondiente. 

El amor en la guerra y la mujer

Una parte en que los relatos se unen solamente para coincidir en lo terrible que es la pérdida de un ser querido, de las costumbres, del sentimiento de pertenecer, de lograr a tener la vida de antes, casi como si la línea entre el antes y después de un hecho pudiera borrarse completamente, pero es imposible, porque todas las personas recuerdan lo que ocurrió y cómo sus vidas “se dividían ahora en guerra y Victoria”.

En uno de los capítulos se habla del amor y el hecho de que “en la guerra, lo único personal es el amor. Lo demás es común, incluida la muerte”.

Simplemente se aprende a vivir, con miedo y con ganas de gritarle al mundo lo que tuvieron que pasar, pero no pueden, porque son juzgadas, esa no es la manera correcta de hablar de la guerra, de los héroes, de aquellos que murieron luchando por su pueblo; y es esta una de las grandes razones de la creación de este libro, el que la autora haya investigado y entrevistado a cada una de ellas, porque necesitan que su voz sea escuchada, sea tomada en cuenta.

Empoderamiento

Con cada página que se va avanzando en el libro, las mujeres recuperan el protagonismo que siempre deberían tener, como actores sociales, y ya no como personas que se ocultaban, que humillaban o sometían al antojo de algún hombre.

A pesar de que muchas de ellas deseaban olvidar esa parte de su vida, la historia necesitaba ser reescrita, hacer saber que habían estado ahí y que ayudaron a muchos.

No en todas las guerras deben existir héroes, sino que a veces solo debemos, como sociedad, recordar que todos somos seres humanos, sintientes, que a pesar de verse, cada cierto tiempo, envueltos en un ciclo de violencia, no dejan de tener familias, amigos, hermanos e hijos en algunas casos y que no estamos preparados para tener que matar a otras personas o hacerlas sufrir. 

Hablar del pasado siempre es complicado, en especial si se hace confiando en los testimonios de quienes fueron partícipes de los hechos o testigos de éstos, pero es importante generar este tipo de libros, en los que se habla de temas que si no se hubieran censurado y no se hubieran iniciado con un “¿y si…?” no existirían.

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Puedes leer la crítica del texto “Blanca” de Nona Fernández incluido en Junta de Vecinas: Antología de Narradoras Chilenas Contemporáneas aquí.

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