Golpe de Estado en Chile: vivencias en el extranjero

Familia del Dr. Monlezun Soto en Francia, en el año 1792. En la imagen se ve al Dr. Monlezun junto a su señora, María Lorna Cunliffe, y sus tres hijos: Kleber, Daniel y Marianne Monlezun. Imagen propia.

Golpe de Estado en Chile: vivencias en el extranjero

Yo no lo viví, pero me lo contaron. Me contaron que un niño de ocho años, por primera vez, vio a su padre llorar. Fue en septiembre de 1973, cuando las noticias de que hubo un Golpe de Estado en Chile (que terminó con un bombardeo sobre La Moneda, y que significó la destitución del presidente de la República elegido democráticamente), dieron la vuelta al mundo. En ese momento, nadie dimensionó las consecuencias negativas que su papá tendría que vivir en el ámbito de su vida profesional, personal y familiar, dado este hito en la historia política del país.

Imagen del Dr. Kleber Monlezun en un viaje que hizo a Moscú junto a otros colegas (también médicos) antes de 1996. Se desconoce quién sacó la foto. Imagen propia

Breve historia del Dr. Kleber Monlezun Soto

El pediatra Dr. Kleber Monlezun Soto, en 1972 y con 37 años, se había ganado una beca de medicina de especialización en pediatría y neumología infantil otorgada por el gobierno de Francia. Junto a su señora y sus tres hijos (de 7, 5 y 3 años), se trasladó a París durante el gobierno de la Unidad Popular

De reconocida militancia comunista, decide dejar Antofagasta; ciudad en la que residía desde 1962. Cuando terminó su beca estaba reuniendo fondos para volver a Chile. Sin embargo, el 11 de septiembre de 1973, se enteró del Golpe de Estado en Chile: el ataque al Palacio de La Moneda, el suicidio de Salvador Allende y la irrupción al poder de Augusto Pinochet, apoyado por las Fuerzas Armadas.

Estando en París, dada la distancia, no fue –quizás– hasta el 12 de septiembre de dicho año que acudió, junto a su hijo mayor, a la Embajada de Chile en la ciudad francesa para preguntar qué estaba sucediendo. La incertidumbre reinaba en el extranjero. Nadie sabía exactamente lo que estaba pasando en el país. Las noticias llegaban más tarde, las comunicaciones estaban cortadas. Se respiraba un aire tenso, lúgubre, negro…

Sensaciones de los chilenos al enterarse del Golpe

Los chilenos que residían en París estaban confundidos. Querían que Jorge Edwards (el embajador de Chile en Francia en ese momento) les diera noticias, explicaciones sobre lo sucedido. Querían saber qué estaba pasando

Caos, confusión, incertidumbre… Se experimentaba una atmósfera de desesperación y temor. Así se sentían los extranjeros en esa cultura tan ajena a la suya; ajena al desconcierto que se estaba viviendo en su país natal. Entre el grupo de personas reunidas en ese lugar, el niño se percató de que estaba presente el grupo musical chileno Quilapayún, el cual se encontraba de gira en Europa y también quería tener noticias de su país al momento del Golpe de Estado en Chile.

Ese día, unos 100 chilenos se juntaron en el patio de la Embajada cuando el niño vio a su padre llorar desconsoladamente. Lloraba porque se le había caído el proyecto político en el que creía y no lograba dimensionar lo que había ocurrido. 

–“Papá, ¿qué está pasando?”

–“Bombardearon La Moneda”.

Pausa, silencio absoluto, angustia, desaliento… El niño entendía lo que estaba ocurriendo, pero, a diferencia de un adulto, lo veía con otros ojos; los ojos de un niño. Sabía lo que había pasado porque, durante los almuerzos familiares, se comentaba la situación que estaban viviendo sus compatriotas.

–"¿Qué va a ocurrir ahora?" –preguntó su hijo.
–“No lo sé, pero debemos volver” –contestó el padre.

Pese a todas las advertencias de sus familiares, amigos y colegas que estaban en Chile y en Francia –quienes le aconsejaban que no regresara a su patria y se radicara en el país galo– Kleber padre decide volver en octubre de ese mismo año.

–“¿Por qué no voy a poder volver a mi país si no he hecho nada? ¿Por qué me habrían de perseguir?” –se preguntaba el Dr. Monlezun ante todos los consejos que le daban para que no regresara.

Luego del Golpe de Estado en Chile: retorno al país

Apenas se abrieron las fronteras, la familia Monlezun Cunliffe se embarcó en el único vuelo que partía al territorio nacional. Era un Air France. El hijo recuerda que solo un par de familias se subieron al avión. Reinaba una atmósfera sombría, silenciosa, de duelo. Los pocos pasajeros que viajaron con ellos se bajaron en Buenos Aires. Los únicos que continuaron la trayectoria fueron sus padres y hermanos. El Dr. Monlezun quería volver a su tierra natal. Necesitaba saber qué estaba pasando y jamás se imaginó lo que iba a ocurrir una vez que llegara a su patria.

Cuando llegaron a Chile, el niño de ocho años recuerda que solo ellos y la tripulación del Air France fueron los que se bajaron del avión. Los recibieron unos militares uniformados. Lo primero que él se preguntó fue qué hacían en el país unos soldados con cascos prusianos como los nazis. La Segunda Guerra Mundial ya había terminado. Algo no encajaba, pero no se decía nada. Nadie se atrevía a hablar, a preguntar, a opinar… Ya en Santiago, la familia hace una breve escala para partir y radicarse, nuevamente, en Antofagasta. Sin embargo, una vez allí, sus vidas cambiarían… 

Tras los 50 años del Golpe de Estado en Chile

Ahora, a 50 años del Golpe, su hijo mayor ve con otros ojos lo que ocurrió después: en cuanto su padre tocó territorio nacional, le hicieron un juicio de guerra y, por pensamientos políticos, lo condenaron. Le quitaron el puesto de jefe de servicio del Hospital de Antofagasta y su cátedra en la Escuela de Medicina en la sede de la Universidad de Chile en esa ciudad. Le prohibieron ejercer como médico pediatra. Esto le significó una censura y veto inmediato en cada parte a la que llegaba. Pensar distinto al Gobierno le jugó una muy mala pasada. Jamás lo vio venir.

Desde ese momento, todo cambió: el hijo aprendió a decir coartadas. Sus padres le decían que, si tocaban el timbre de su casa y preguntaban por su papá, dijera que no estaba, que había salido. El niño sabía que lo venían a buscar para matarlo. No fueron años fáciles para la familia Monlezun Cunliffe. Vivían con miedo de que algo malo pasara. 

Kleber hijo comenta que su madre siempre apoyó a su papá. Sin ella, él no habría podido salir adelante. Dado que a su padre no le permitían ejercer como médico en centros asistenciales públicos, su mamá entró a estudiar ingeniería para poder mantener a su familia. De esa manera, la cuidaba durante el día y estudiaba en la noche.

Imagen del Dr. Kleber Monlezun Soto junto a su señora, María Lorna Cunliffe, quien lo apoyó durante todo lo que ocurrió tras el Golpe de Estado en Chile. Se desconoce el año en que fue tomada la foto. Imagen propia.

Arriesgando la vida para salvar la de otros

A pesar de la situación inquietante en la que vivía el Dr. Monlezun, los habitantes de Antofagasta lo llamaban para que atendiera a niños y adultos enfermos. Su calidad de médico era tan buena que, incluso, generales lo buscaban para que atendiera a sus hijos. Él con un corazón magnánimo ponía la salud de esos pequeños por sobre su sufrimiento personal. Además, sacerdotes de la Iglesia Católica, dentro de los cuales destaca Monseñor Carlos Oviedo Cavada, lo llamaban para que constatara las lesiones de los torturados, elaborando informes que, posteriormente, serían incluidos en la Comisión Rettig.  

Sus hijos no saben cómo lo hacía. De alguna manera, él sacaba el coraje necesario y lo realizaba. Sabía que era peligroso. No obstante, dadas las circunstancias, nunca le pasó nada y todos sabían lo que pensaba y opinaba respecto a los sucesos políticos que estaban ocurriendo en el país.

Cansado de las penurias económicas, decide, en 1981, irse a Santiago en busca de un mejor futuro para él y su familia. Nunca imaginó que, por pensar distinto, le tocaría vivir una realidad tan dura. 

Imagen del Dr. Kleber Monlezun Soto junto a sus tres hijos (Kleber, Daniel y Marianne Monlezun Cunliffe), ya mayores. Se desconoce el año en que se tomó la foto. Imagen propia.

Reflexiones del Dr. Monlezun tras el Golpe de Estado

Ya, a principios de los noventa, su vida da un vuelco: logra encontrar la calma profesional que tanto anhelaba y ejerce como médico broncopulmonar en la Clínica Avansalud y en la Cámara de la Construcción, al tiempo que se incorporaba al sistema público en el Hospital Félix Bulnes. Finalmente, con el retorno de la democracia, se le reconoció la calidad de exonerado político.

En la imagen aparece el Dr. Kleber Monlezun Soto junto a su hijo mayor, Kleber Monlezun (ya mayores). "Kleber hijo" fue el que hizo el comentario (cita que viene a continuación de la imagen) sobre la personalidad de su padre y  que, pese a que fue perseguido tras el Golpe de Estado en Chile, explica la enseñanza que su padre le inculcó tras su experiencia vivida durante la Dictadura Militar. Se desconoce la fecha en que fue tomada la foto. Imagen propia.


“Con todo lo que él vivió, pudo ser un amargado social o un ideólogo virulento, casi un extremista filosófico. Pero nada de eso nos inculcó nuestro padre, porque él fue un demócrata de tomo y lomo” –comenta su hijo mayor.

Pese a todas las dificultades que le tocó vivir, los años de incertidumbre y el miedo, salió adelante y les enseñó a sus hijos a no odiar ni tener rencor a nadie. Sus hijos traspasaron eso a sus propios hijos; y hoy, sus nietos, respetan esa gran cualidad de su abuelo y lo admiran por ello. Como decía anteriormente, yo no lo viví, pero me lo contaron. Y me contaron la primera vez que mi papá vio a su padre llorar cuando se enteró en París del Golpe de Estado en Chile. Y ese padre que lloró, era mi abuelo.

Foto del Dr. Kleber Monlezun Soto junto a su hija mayor, Isidora Monlezun Vergara, autora de esta crónica que habla sobre lo que le ocurrió a su abuelo tras el Golpe Militar en Chile en el año 1973. La foto fue tomada en el mes de febrero de 1998 (un año antes de su fallecimiento) por su hijo mayor (Kleber Monlezun Cunliffe). Imagen propia.

Si quieres conocer la historia de otra persona que vivió el Golpe de Estado en Chile, te interesará leer un ensayo sobre Norma Molineiro que, al igual que mi abuelo, a pesar de los riesgos que conllevaba ayudar a otros durante la dictadura de Pinochet, optó por poner la vida de los demás por sobre la suya.

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